Monday, October 31, 2011

Gotas escasas

Mientras ella discutía con su madre qué vía tomar para llegar al aeropuerto, yo desde el asiento trasero daba un último vistazo a la ciudad. Desde la primera vez que la vi, años atrás, me fascinó por algún motivo. Una urbe pensada desde cero, aupada por la industria básica y por el dinero que circularía en la región, sobresalía entre otras ciudades venezolanas. Limpia, organizada y planificada; descuidada y modificada en los últimos tiempos, Puerto Ordaz entra en mi top de metrópolis favoritas.

-"Mamma" - pronunciaba ella con el acento en la primera "a" y con énfasis en la segunda "m" (totalmente adorable) - "'¡por aquí no es!" - reprochaba preocupada, visto que la mañana, el trabajo, el vuelo, el carro de ella que se accidentó justo ese día y tuvimos que ir en el de su madre, la tensión del fin de semana y la hora de llegada se fusionaba en una sola frustración de no llegar a tiempo.

En el asiento delantero acordaban una nueva ruta a mi destino, entretanto mi mente empezó a divagar por algunos episodios de aquél particular viaje:

I
"¿Sabes tocar?" -me preguntó ella, sentada en el sofá junto a sus dos mejores amigas. Una le había dado la vida, la otra se la alegraba alegremente todos los días moviendo la colita. "Algo sé" - dije humildemente, mientras me acomodaba frente al piano y utilizaría la magia que sólo produce la música para deleitar a ella, su madre y a Mika. El piano crea un momento único e inusual, para el intérprete y para el oyente, donde se transportan los sentimientos, las emociones y las realidades hacia una simple armonía creada por madera, pedal, ébano y marfil. Años atrás me aprendí una de mis canciones favoritas de la película Amélie, la cual se adecuaba perfectamente a la ocasión. "Me encantó que tocaras eso" -me confesó luego con una sonrisa.

II
El sonido contínuo del silbato nos hizo separar, volteando a su llamado. Con un gesto imposible de confundir, el salvavidas nos pidió que no siguiéramos besándonos en la piscina de este club familiar. "Te lo dije, además aquí me conocen" -me reclamaba. Yo no me podía contener. Entre mis brazos, y en una especie de baile acuático, la seguí besando. Por lo menos hasta que el silbato volviera a sonar.

III
"Tengo algo que mostrarte". Y se levantó, llevándome de la mano, subiendo las escaleras hasta su habitación. Yo cerré la puerta, así como mis ojos a petición de ella. La sentí acercándose, lentamente, mientras yo avanzaba ciegamente hacia ella. Como siempre lo he hecho. Cuando abrí los ojos ya nos estábamos besando apasionadamente, aumentando el calor de esa ya acalorada -y querida- ciudad.

IV
"Te traje algo" - le dije, mientras apagaba el carro ya dentro de casa. "¿Es en serio?" -preguntó con una sonrisa en cara, conmovida por el detalle. Había comprado una máscara en Venecia, meses atrás, justo para dársela a ella. Junto con una flor de chocolate, le entregué los regalos que había pensado que le iban a encantar. Y así fue. "Gracias" y nos besamos nuevamente. Jamás olvidaré su cara cuando me vio salir del aeropuerto, ni el beso en el estacionamiento después de tanto tiempo sin vernos. "Mejor entremos, mi Ma ya sabe que estamos acá"-dijo mientras yo meditaba sobre el inmediato evento de conocer a su madre.

V
"¡Pero dime que esto no es nada! Que tu y yo sólo somos cualquier cosa, que esto no vale la pena luchar" -decía yo alteradamente, luego de una noche de baile, música y alcohol.
-"¿Y cómo vamos a hacer? yo no estoy en posición de renunciar a todo por tí. Y tú tampoco. Ahora vuelves a Italia y yo sigo acá."
"Tu y yo tenemos algo especial. Y no voy a dejar de luchar hasta que podamos estar juntos." - y en su cocina, luego en el sofá, y después en el cuarto discutimos. El plan inicial para ese fin de semana había cambiado varias veces de forma, desde ir a la playa hasta una cabaña, pero lo único que realmente me importaba era verla. Por eso fui, para estar con ella, conocer su familia, su pasado, su entorno. Y a nosotros. "Primera vez en la vida que un extraño viene a mi casa"- me decía en tono de burla. Y en tono serio también. Porque en el infinito tiempo que tuvimos en la universidad, no lo aprovechamos. Y ahora contamos con gotas escasas de momentos juntos, mientras no exista la posibilidad de poder decidir y cambiar. Ese fin de semana fue el mayor tiempo juntos que pasamos en los últimos dos años.

VI
El carro se detuvo justo en el acceso principal a las puertas de embarque, mis pensamientos volvieron a estar acorde a lo que recibían mis ojos. Hora de irse, recogí mis cosas y me despedí de su maravillosa madre. Aquella que en mi encuentro inicial intenté ser demasiado formal (no lo pude evitar), para terminar con un gran cariño mútuo. Me bajé agradecido y ella me acompañó hasta la fila de personas que estaban por abordar. De nuevo en una despedida, sin saber cuándo nos íbamos a volver a ver, y dónde y por qué (resulta que un mosquito nos tenía una sorpresa, pero ésa es otra historia). Un abrazo y un beso, una última mirada a sus bellos ojos, a todo su hermoso ser. Sí, lo confieso, no la quería dejar ir. Me declararé culpable cada vez, si quererla tener conmigo es todo un pecado. Se alejó de mí, mientras yo volvía a recoger mi mochila y me dirigía a embarcar. Sin embargo, antes de subirse al auto con su madre, se devolvió con el paso apurado hacia donde yo estaba. Casi corriendo, se acercó y me abrazó diciéndome las palabras que hicieron soltar mi bolso al piso nuevamente y poder tener un viaje más feliz y tranquilo -a pesar del miedo de la aerolínea con la cual viajaba.

Me abrazó y me dijo "Te quiero".